El sábado pasado tuvimos el placer de asistir a una visita y maridaje organizado por Art Cervecers en su masía y fábrica de Can Partegàs, en Canovelles, en la llanura del Vallès. El propósito era transmitir la filosofía que impulsa el proyecto, y ciertamente que lo consiguieron.
Cabe decir que Art Cervecers ha sido uno de los precursores de la expansión de la cerveza artesana en nuestro país. Cuando concibieron la idea en 2006 eran unos de los pioneros. Después de años de lidiar para conseguir los permisos para iniciar la actividad en un entorno rural, la fábrica se inauguró en 2009. Entonces apenas había una decena de elaboradores de cerveza artesana en Cataluña. Actualmente hay unos 90 productores con fábrica propia y unos 240 entre marquistas, nómadas, etc.
Un proyecto que integra en todos los aspectos las particularidades del territorio, de los ingredientes de proximidad y todo lo que puede hacer singulares sus cervezas reinterpretando los estilos tradicionales. Empezando por la masía de Can Partegàs que recuperaron de un estado ruinoso conservando el uso agrícola de los campos de cultivo que la rodean. Y de la última habitante de la masía, Matilda, a quien han dedicado una Wild Ale, una cerveza de fermentación espontánea fermentada por las “Matildes”, los microorganismos del ambiente de Can Partegàs. También la espelta ecológica del espacio rural de Gallecs que utilizan en alguna de sus cervezas, o la harina de algarroba. Hasta los cultivos en el laboratorio (área particular de Albert Tintó, uno de los socios fundadores) de las levaduras de la variedad elegida para cada cerveza. O el uso para elaborar cerveza de pan de espelta sobrante de la panadería Bargalló de Arenys de Mar, que supone una cuarta parte del cereal de su Saison.
Nos explicó Joan Rota (socio cofundador de Art Cervesers) que la fábrica de Can Partegàs está llegando a su límite productivo y la prevén ampliar en el Cluster de la Cerveza Artesana que se está proyectando en Can Malè, en Lliçà d’Amunt. Una apuesta ambiciosa que supone la creación del Consorcio Catalán de la Cerveza Artesana con participación del Ayuntamiento de Lliçà d’Amunt y empresas vinculadas al sector de la cerveza artesana interesadas en tener su sede social o las instalaciones productivas en Can Malé. La misión de este Consorcio consistiría en la investigación, experimentación y formación de futuros empresarios y productores de este producto, así como contribuir en el desarrollo y la dinamización del sector de la cerveza artesana. Pero Can Partegàs no pondría fin a la actividad, sino que se elaborarían lotes de cervezas experimentales y se continuará difundiendo la cultura de la cerveza artesana.
La tarea de difundir la cultura de la cerveza artesana va más allá de simplemente la elaboración y comercialización de la cerveza artesana. Esto se evidencia en las prioridades de la empresa: anteponen crear un producto diferenciado, singular, autóctono, que tenga sentido con el territorio, cuidando la distribución local, antes que tratar de reproducir productos similares a tantos otros y distribuirlos sin control de las condiciones en que llegarán al cliente final.
En las instalaciones actuales se realizan cursos, actividades, degustaciones, talleres del curso de Fundamentos Técnicos de la Elaboración de Cerveza de la Universidad de Alicante del que Albert Tintó es uno de los profesores. También potencian el área de Control de Calidad sobre los ingredientes y producto terminado (con el carismático Albert Barrachina), y la de Investigación y Desarrollo con proyectos que han dado aplicaciones prácticas como llevar a cabo la propuesta de la Plataforma para el Aprovechamiento de los Alimentos (PAA) por el uso de pan sobrante para elaborar cerveza.
Otro de los aspectos culturales y locales que integra es la gastronomía, tratando de difundir la cerveza como un producto gastronómico, de mesa, un acompañamiento para cualquier comida como es el vino. Frecuentes las colaboraciones con el somellier Edgar Rodríguez y el chef Toni Romero del restaurante El Racó d’en Cesc. Y los maridajes creados por Natalia Martínez, de la familia de Art Cervesers, de platos elaborados con productos de proximidad y de temporada y, como no podía ser de otra manera, con sus propias cervezas como uno más de los ingredientes.
Así disfrutamos de cada una de las cervezas de Art Cervesers acompañadas por los platos elaborados con la misma cerveza, una afinidad pensada para potenciar sus características.
La primera fue la Art Blanca, la cerveza de espelta, pariente de las cervezas de trigo, turbia, con aroma a plátano y clavo, ligeramente ácida y refrescante. Con ella estaban hechos los entrantes: pan de torta de Blanca con tomate y queso de La Cleda, boquerones marinados en Blanca y fresas con balsámico de Fosca (su Oatmeal Stout), calamares en Orly de Blanca y harina de Espelta de Gallecs con una mayonesa de lúpulo bastante amargante.
Después la Art Orus, una Marzen Lager, la típica cerveza del Oktoberfest, con aroma y sabor de pan y corteza de pan, de final seco, maridada como si fuera picatostes con la crema de calabaza con Ours, aceite de lúpulo y crostones de Oscura.
La Art Coure, la cerveza de invierno de 8,3%, efervescente y dulce, casi melaza, servida con una brocheta de gamba con reducción y espuma de Coure. Una combinación muy acertada.
La Art La Indiana, una IPA con algarroba de agradable carácter maltoso y a licor, con todo un acierto: lentejas de Gallecs guisadas con La Indiana con foie de Can Manent. Las seguía la entraña a la brasa marinada 48 horas con La Indiana y chimichurri acompañada con patatas y alcachofas a la Franceska, su Steam Pilsner hecha con maltas y lúpulos propios de la Pilsner, levadura californiana y dry-hopping de vigoroso lúpulo neozelandés.
Y para terminar la Art Fosca, la Oatmeal Stout, gustos torrefactos con la sedosidad de la avena que combina perfectamente con la selección de postres: trufas de algarroba a la Indiana, tiramisú de Fosca, Piña a La Indiana y tupí de Indiana de guarda y bundt de Fosca. En estos postres el cacao es sustituido por la harina de algarroba y el café por malta de cebada tostada, la roasted barley.
Y como fin de fiesta no previsto, una cata de la fabulosa La Indiana de Guarda, la IPA envejecida 4 años en botella, con un aroma y sabor muy agradable a moscatel, con menos cuerpo y carbonatación que la original, muy redonda y amansada. Del todo una cerveza absolutamente diferente que la que había sido en origen.
La cerveza que no pudimos probar es la Art 9Horas, una Saison típica de Valonia pero hecha con pan y aromatizada con azahar y hierba luisa. La 9Horas debe su nombre a una de las pausas que tenían los trabajadores del campo para reponerse, si hubieran podido, con una cerveza de temporada como ésta. Una cerveza rural muy en la línea de la filosofía de Art Cervesers.